Por obra y desgracia de dos elementos de rojo color con mando extraído de urnas equívocas, la plaza más representativa y vistosa de la ciudad de Valencia se está convirtiendo en un desastre ético, estético y modélico. Por capricho de unas mentes confinadas para destrozar la belleza de la ciudad, el asfalto de la plaza del Ayuntamiento, dividida, troceada y fracturada anatómicamente, ha sido coloreado de rojo satén, de manera impune pese a su fraudulenta remodelación sin consulta popular ni reparos en su realización. Una medida de carácter dictatorial de unos tipos disfrazados de democracia, demoledores arquitectónicos de una plaza pública.

El color rojo no solo prolifera en el suelo de la plaza mayor de Valencia, sino en el interior del consistorio y el Palau de la Generalitat. Se ha fomentado y aireado tanto ese color político que quienes visten de azul están mal vistos, censurados y discriminados. Los rojillos tomaron el mando, incluido el del televisor, y las cadenas rojas encadenan la pantalla de nuestro televisor. La Sexta, nominada por algunos de manera razonable como “La Secta”, es una ratonera con ratones de rojo color y lenguas viperinas sujetas a una consigna común.

Curiosa definición la del rojo Jorge Javier Vázquez, cuando dijo que el programa “Sálvame” que dirige y presenta, era “de rojos y maricones”, una expresión cargada de una razón que nadie le niega, pero que ha repercutido en una bajada de notoria de esa audiencia de baja monta que le sigue y, consecuentemente, de la publicidad que le sostiene. Le faltó añadir que sus colaboradores son gentuza de escaso nivel y pseudoperiodistas de poca monta.

Y ésta vez, por culpa de la pandemia que sufrimos, el blanco no podrá con el rojo al haberse aplazado por su causa comuniones y bodas en sus meses más apropiados. Parce que Dios ya no está en las Iglesias y su cuerpo no podrá ser engullido sin masticar por los comulgantes. Los blancos trajes de ceremonial eucarístico deberán esperar en el armario, con el peligro de quedar pequeños porque, a esa edad de Primera Comunión, los chicos crecen por semanas y dan el estirón que les deja sin traje de marinero e incluso de almirante.

Las chicas pueden sacarse la orilla de ese vestido de novia infantil que mamá le compró al mismo tiempo que ella se hizo con la vistosa pamela que pensaba lucir en la misa y el convite. Otra vez será.